Recordemos que los grandes maestros el pasado, como Velazquez acostumbraban pintar en sus ratos libres, a los personajes más humildes de la corte. Eran enanos, gente con sindrome de down, mutilados, enfermos de las glandulas tiroides y toda clase de gente discapacitada y despreciada, que sufrieron mucho en la vida. Pero sin embargo, el genio sevillano los inmortalizó para siempre con su pincel magistral elevándolos a la categoría de los seres eternos, dignos exponentes del arte universal. Ellos viven en los lienzos a la misma altura de las infantas, las princesas y los reyes.
Picasso en sus primeros años en París también pintaba mendigos, prostitutas y amigos, por no tener dinero para pagar una modelo. El gran pintor mexicano, Diego Rivera, le dedicó un capítulo especial de su producción a los niños de la calle.
Un viejo contador de cuentos, con sus manos algo deformes por la artritis, evoca una escena campesina bastante tradicional en los Andes Venezolanos. El gesto elocuente de un hombre del anciano, con su dedo indice apuntado hacia las alturas, refleja la importancia de sus palabras. Sus mano izquierda parece inmóvil, a consecuencia de una hemiplegia. Sus dedos gruesos y encallecidos por el contacto con la tierra, demuestran su procedencia del campo. Es una pintura al pastel sobre cartulina marrón claro, en formato de 70x45 cm. El color de fondo juega un papel esencial en esta obra.
El Cuento. 1996. |
Pedrito. 1992. |
Niña paramera. 1992. |
Pablo. 1993. |
Vasallo de la Candelaria. 1992. |