Muchos lugares apartados de la inmensa geografía andina, ofrecen paisajes encantadores, apenas tocados por el hombre. Hay que ir carretera adentro, desafiar los peligros del camino y armarse de paciencia, pero la experiencia vital del descubrimiento de lo nuevo, bien vale la pena. Siempre habrá algo interesante que ver en algún recodo del camino, al final de un estrecho valle o en la cima de una colina. En el contacto estrecho con la naturaleza, el hombre y los pueblos surge la inspiración para crear las obras de arte.
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Bajando hacia los Llanos. 2010. |
En el estado Táchira hay grandes extensiones de tierras arcillosas. En esos pueblos, la gente desde tiempos prehispánicos han practicado la alfarería. A la orilla del camino hay puestos de vendedores de vasijas de barro cocido. En el pueblito de
Lobatera la arcilla le da un color rojizo al ambiente. Es una villa de clima cálido en donde el cielo de la tarde parece recoger todos los colores de su entorno.
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Lobatera. 1993. |
Bajando del
Pàramo de la Negra, nos encontramos con el paisaje abierto de
Pueblo Hondo. Hice este bosquejo al pastel sobre cartulina gris, con unos pocos trazos. La luz matinal se cuela con timidez, entre los jirones de neblina que, se disuelven poco a poco con los primeros rayos del sol.
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Pueblo Hondo. 1997. |
En la frontera entre Venezuela y Colombia, del lado neogranadino, se encuentra la
Villa del Rosario. Es un pueblo de recia estampa colonial que posee una iglesia en ruinas, al borde del camino. Sus muros amarillos resplandecen al mediodía. El aire caliente agita los penachos de las orgullosas palmeras.
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Villa del Rosario. 1992. |
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