El Estado Táchira, situado hacia el extremo oeste de Venezuela, posee bellos parajes de montañas. Desde allí arrancan los Andes Venezolanos. La naturaleza en esos lugares nos ofrece todos los matices de verde para el disfrute de los sentidos. Viajando por este estado, encontramos pequeños pueblos coloniales, donde sus casas de blancos muros y rojos tejados se destacan a lo lejos. Es un paisaje agradable de colinas verdes, de pequeña altura y suaves contornos. Un paisaje marcado por la huella del hombre, que ha trabajado los campos de cultivo desde hace siglos. Los caminos rojos entre el verde del follaje, se disuelven entre la pesada neblina mañanera. El canto de los gallos nos despierta bien temprano. El humo de la leña que se eleva lentamente , trae el olor de los fogones campesinos.
La ciudad de
San Cristobal se encuentra situada en un ancho valle regado por el río Torbes. Su cielo es de un azul intenso. Lo mejor de todo es su gente cordial y laboriosa. Estuve trabajando en esa ciudad durante el año 1993. Viajaba desde Mérida cada 15 días. En el camino pude contemplar sus montañas encantadoras.
La pintura de abajo es un oleo que mide 60x80 cm. Posee un colorido muy vivo y ligero, propio de los días de abril o mayo. La montaña reverdece durante esos meses lluviosos ; los árboles muestran sus matices de esmeralda. En el primer plano de esta pintura, vemos algunos cerros de tierra tostada por el ardiente sol. Más abajo hay un grupo de casas entre árboles frondosos. Es el poblado de
Zorca.
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San Cristobal. 1993. |
Lo que vemos abajo es un detalle de la pintura anterior. Obsérvese la pincelada bastante libre y suelta. Esto es característico del método de pintar directo o "
a la prima".
Montaña arriba está el pueblo de
La Grita, una pequeña ciudad bastante acogedora. Posee dos iglesias cuyas torres dominan el panorama del valle. Sus montañas siempre cubiertas de niebla crean un aura misteriosa que transmite serenidad.
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La Grita. 1993, |
En el punto más alto en la vieja carretera entre Mérida y San Cristóbal está el Páramo La Negra. Desde allí se tiene una vista espectacular de los Andes venezolanos. Hacia abajo se observa la delgada carretera que serpentea entre pequeños caseríos. Hay en los alrededores muchas huertas de todos los tonos de verde.
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MOntañas del Táchira. 1993. |
Desde las alturas contemplamos un valle de verdes cultivos. También los terrenos abonados listos para la siembra de la papa, el ajo y la zanahoria. Es el valle de
Las Playitas de Bailadores.
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Páramo de la Negra. 1993 |
Hay pequeños pueblos acogedores como Seboruco, de clima algo templado. Su iglesia posee tres torres.
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Seboruco. 1993. |
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