En 1996 volví a pintar utilizando la técnica del pastel, que yo había abandonado un par de años atrás. Empecé a trabajar de nuevo con algunos cambios. Esta vez mezclando los colores, frotándolos con los dedos, para lograr fundirlos mejor, y de esta manera, poder captar y expresar los efectos atmosféricos en el paisaje. Mis primeros trabajos en esta nueva etapa fueron vistas de la montaña alta, iluminada con luces contrastantes que daban cierto efecto realista. Trabaje un formato mayor de medio pliego ( 68x 40 cm) sobre cartulina de colores. Para este tipo de trabajo, mis marcas preferidas son Castilla y Guarro. El efecto de frotado, suaviza la transición entre los colores ayudando a integrarse bastante bien. Después de esto pinté pequeños pueblos y rinconcitos acogedores que transmitieran un mensaje de paz y armonía con la naturaleza.
Una vieja casa en
El Páramo es fuente de inspiración para cualquier pintor.
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La casa de piedra. 1996 |
El pueblo de
Los Nevados es de muy dificil acceso. La vista del mismo en las horas del atardecer o temprano en la mañana es encantadora.
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Atardecer en los Nevados. 1996 |
El pueblo de
Apartaderos en lo más alto del camino es bien pintoresco y acogedor. La brisa de la sierra balancea suavemente las copas de los altos eucaliptos, mientras el río canta entre su lecho de blancas piedras.
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Tarde en Apartaderos. 1996. |
El pequeño pueblo de
Cacute y sus alrededores son lugares donde hay muchas cosas naturales interesantes. Es un lugar ubicado en la
Sierra Nevada de Mèrida, por encima de los dos mil metros de altura.
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Cacute. 1996. |
La alta montaña le permite a uno encontrarse consigo mismo. El paisaje nos envuelve en su luz diáfana, que hace destacar hasta el más mínimo detalle. Dios se manifiesta en estos lugares con en una paleta generosa de todos los colores.
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Montaña Alta. 1996. |
El sol de los venados se proyecta sobre las rocas en una sinfonía de colores. Es un himno de la naturaleza, lleno d emúsica, color y poesía, dedicado a la vida y la felicidad.
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Sol de los venados. 1996. |
Las calles tranquilas de un pequeño pueblo sirven para relajarnos.
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calle de San José. 1996. |
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