jueves, 21 de junio de 2012

Colegio Colinas de Bello Monte


 


Era el año de 1966. Para poder  continuar mi bachillerato y mi hermana menor su cuarto grado, mi familia tuvo que hacer el sacrificio de colocarnos en  colegios privados que, si bien  cercanos,  resultaban bastante caros. Estudié el tercero y cuarto año del bachillerato en  el Colegio Colinas de Bello Monte.
Este era un plantel  atendido por un grupo de españoles que se había separado de la  orden de La Salle. Su director era el Profesor Villanueva y el subdirector era Nieto, quien se tomaba muy en serio su trabajo y se encargaba del orden y la disciplina.
Estaba ubicado en una vivienda vieja sobre una colina que dominaba el valle de Caracas y que había pertenecido a la familia del Libertador. Creo que luego fue la casa de la hacienda Bello Monte. No tenía suficiente espacio ni buenas instalaciones deportivas, por lo cual extrañaba mi liceo de Maracay. Yo hubiese preferido asistir a un liceo público pero fue imposible. En aquel entonces existía solo un liceo en el este de la ciudad, el Gustavo Herrera.
En esa institución tuve la suerte de contar con el  Profesor Gustavo Homerlein, un docente venido de Cuba, quien se dedicaba de lleno a sus alumnos. A él le debemos muchas cosas, como hablar correctamente en público, debatir ideas y un conocimiento amplio de los clásicos españoles. Leímos a fondo La Celestina, el Quijote y otras obras y las discutimos en clase.
De aquel grupo de compañeros del Colinas de Bello Monte conservo recuerdos gratos. En primer lugar un maracucho vecino y compañero de nombre Douglas Manzano. En  especial de Julio Graterol, quien tenía un carro viejo que se lo habían regalado sus padres y que lo manejaba furtivamente, pues no tenía la edad reglamentaria. Con él y otros íbamos de paseo, en viejo Borward Isabella,  hasta  Las Mercedes a saborear  los famosos helados Frapé y también unos ricos Hotdogs  con  salsa alemana. También conocí a muchos jóvenes de procedencia española, como Antonio Casas, Ramiro y José García. Igualmente unas lindas muchachas como Ludmila   y  la  rubia y espigada Rocío quien salía en Venevisión bailando ballet. Al italiano Luigi Speranza un gigantón de buen carácter.  A César  Sánchez Paris y su hermana los recuerdo como muy aplicados  estudiantes. Por cierto que Cesar se graduó de matemático en la UCV, fue compañero y colega mío como profesor en la Facultad de Ciencias, hasta que se nos fue en el año 2011.
Una mistad entrañable fue la de un  vecino  y compañero  de estudio,  un  joven   de origen yugoslavo de nombre Nicolás  Luger, que vivía enfrente de mi casa.  Éramos grandes amigos y su familia me tenía mucho aprecio. Nicolás era un tipo especial por su personalidad fuera de serie. Le gustaba coleccionar animales disecados y mantener en su casa babas y reptiles pequeños. Como no le gustaba la televisión nos llevábamos muy bien.
No dispongo de fotos de aquella época. Hice este pequeño dibujo de memoria. La pintura es la única arma que poseo en contra del olvido. El colegio estaba situado en una colina y desde allí se divisaba toda Caracas, con el majestuoso Ávila al fondo. No sé si todavía existe o lo derrumbaron para hacer más edificios. Quisiera que alguien me suministrara una foto de aquel lugar entrañable de juventud. Años de oro.
Colegio Colinas  de Bello Monte