En la casa de montaña, allá en la población de Mucurubá a
2500 metros de altura, hay en el patio una higuera muy frondosa cuyos frutos deliciosos
atraen a los pájaros del lugar. Los
verdes higos al madurar adquieren una coloración violeta y la pulpa se vuelve blanda y agradable. Los pájaros la picotean y
se alimentan.
Allí he visto en temporadas azulejos, copetones, golondrinas,
cotingas y los ciotes que son de todo el año.
Hoy dos azulejos saltaron de mi árbol al del vecino, una
mata de limonsón (especie de grapefruit o toronja amarga) de hojas verde
profundo y grandes frutos amarillos que parecen melones brillando al sol.
Estuvieron un rato mirándome y luego volaron rasante hasta el final del pueblo. Son pájaros bastante ariscos que no se dejan sorprender. Los azulejos tienen muy mal genio y se atacan entre ellos.
El azulejo posee un bello plumaje que muestra
casi todos los tonos del azul, desde el más claro y ceniciento en su cabeza,
hasta el azul índigo de la cola, pasando por azul verdoso de brillo metálico en
las alas. Sus negros ojos escrutan el panorama con temor.
| Francisco Rivero. Azulejo y toronjas. 2013. |
La población de aves en el páramo merideño no es muy
abundante. Quizás esto se deba a la altura
o bien la tala indiscriminada de árboles
para convertirlos en leña o artesanía. El cínaro, el alizo, el say-say, el pino
laso y otras especies autóctonas casi han desaparecido. También la agricultura
de esta zona emplea gran cantidad de pesticidas y fertilizantes, que generan
muchas ganancias para las industrias químicas de los países “avanzados” pero son
una amenaza para la vida. ¿ Cuando vendrá una verdadera revolución ecológica
que se encargue de estos temas?
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