martes, 9 de marzo de 2021

Sentir sureño.

 

De los pueblos del sur en el estado Mérida, vienen a mi memoria recuerdos de viajes placenteros. He plasmado algunos de sus bellos paisajes en cuadros al óleo. Cuando uno pinta se traslada de nuevo hacia aquellos lugares mágicos de pequeño pueblitos escondidos entre montañas. Pueblos silenciosos en donde la quietud solo es perturbada por el caracoleo de algún caballo, el canto de una paraulata o la risa de un niño que va a la escuela. Son pueblo de encantadora sencillez, de gente trabajadora que vive con pocas cosas en las casas  que nos retraen al pasado.

Sentir sureño en sueños de colores.

El Molino.

Como parte de mis obligaciones en la Zona Educativa del Estado Mérida, hicimos un viaje por los pueblos del sur para realizar unas jornadas de sinceración de Nómina en los planteles. Se sabe que muchos docentes se retiran o se cambian de un lugar a otro, sin informar  a la autoridad educativa.  Esto, por supuesto, trae serios problemas de planificación, al no poder contar con estadísticas confiables.


El Molino. Francisco Rivero.
El Molino. Francisco Rivero.


Así pues se formó una comisión en la Zona Educativa, para atacar y resolver este problema, durante la gestión del Dr. Gilberto Perdomo. Esta comisión, salió dela zona el día 10 de enero de 2010 a las 3 p.m. Estaba integrada por unas once personas.

Salimos de Mérida en un par de vehículos rústicos 4x4: Una camioneta Toyota Chasis largo de 10 puestos y otra camioneta Mazda de doble cabina de 5 puestos. Después de pasar Ejido y Lagunillas, tomamos la vía de Estanques.  Allí comenzamos a subir por una carretera que serpenteaba entre cerros, dejando ver un paisaje de montaña impresionante.

 

Pasamos por el Páramo de las nieves, el lugar más alto del camino. Después de pasar la finca de Betania, aparecieron en el fondo de un valle cuatro esbeltas palmas y la torre cuadrada de color amarillo ocre de una iglesia.  Son palmas muy altas y robustas del tipo Washingtoniana.  Llegamos al Molino a las 7 de la noche.

Allí nos recibieron dos profesores, que se encargaron de todos los detalles para hacer más confortable nuestra estadía.  Nos quedamos en la posada de la Sra. Aurora Ramírez, a poco pasos de la plaza.  Después de cenar vino la charla, nos acostamos temprano y luego se fue la luz. El cielo estaba despejado, la noche era fría como todas las del mes de enero y pude ver desde mi ventana, a través de una claraboya en el techo, las estrellas y me quedé dormido rápidamente por el cansancio del viaje.

Visitamos su pequeña escuela en la mañana. Luego partimos a otros pueblos a seguir rodando. Un día en Canaguá, otro en Mucuchachí para visitar la escuela técnica agropecuaria y así se fueron los días.  Nos movemos entre charlas de maestras, verdes cerros, ríos de colores  y empinadas  mesetas para cumplir con nuestra misión…..

 

San José del sur.

Esto lo escribí hace más de veinte años en mi libro Visitando Mérida.

San José es uno de los Pueblos del Sur, que mejor ha logrado conservar su arquitectura típica, de blancas casas con anchos muros y ariscados aleros. San José, a 2334 metros de altitud, se asienta en una pequeña ladera regada por una quebrada muy cristalina del mismo nombre. El clima es frío y seco con temperatura media de 15° C. En las tardes la neblina que baja desde los paramos cercanos, envuelve al pueblo en su blanco y misterioso manto, dando una sensación inefable de paz, recogimiento y profunda contemplación.

San José del Sur. Francisco Rivero.
San José del Sur. Francisco Rivero.


Se puede llegar a San José por una carretera asfaltada que viene de Mucutuy atravesando el Páramo de San José cubierto de neblina: una ruta turística de gran belleza por sus paisajes, con alturas que pasan de los cuatro mil metros. La ruta desde Mucutuy es de aproximadamente 1 hora y media de duración en vehículo rústico. Allí se puede apreciar la vegetación tan especial de estos lugares con gramíneas y frailejones que cubren una de las formaciones geológicas más antiguas de los Andes. En el sitio denominado El Cumpiz, hay un parque muy curioso con figuras de animales talladas en piedras

Después de pasar este páramo que divide los dos municipios, se comienza a descender por el otro lado de la sierra hacia la vertiente de la quebrada Tostós en donde se puede palpar la majestuosidad de la sierra Nevada y el valle profundo del río Nuestra Señora. En las verdes laderas se ven algunas casas dispersas, de campesinos que trabajan la tierra con tesón. Continuamos descendiendo por una calzada muy estrecha que se retuerce, siguiendo los pliegues de la montaña. Al final se divisa a San José con su semblante cálido y acogedor a esta hora de la mañana, recogido en la intimidad silenciosa de su pequeño valle.

San José posee una población de 148 habitantes. Por sus dos calles longitudinales tranquilas que conducen a la pequeña plaza, el viento susurra constantemente entre los bien podados pinos. Algunas paraulatas con sus negras colas y ojos de color amarillo, se nos cruzan en el camino, volando entre los matorrales. Son los ciotes que saltan entre las ramas..

Su iglesia sencilla de sólida planta rectangular, con una sola nave y ancha torre, contrasta por su blancura con el verdor de los campos vecinos. En sus alrededores se cultiva el trigo, papas, leguminosas y hortalizas usando los métodos tradicionales del arado de bueyes. Son cantidades modestas, pero suficientes para abastecer a los habitantes de la localidad. Existe también una pequeña truchicultura en el pueblo.

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