domingo, 29 de junio de 2014

Páramo de Mérida : Pinturas al oleo.



 Los páramos del frailejón. 

La pintura al oleo de los paisajes de Mérida es una gran experiencia. La vista se recrea con tantos colores y formas. Las altas montañas se retratan en el espejo plateado de las lagunas. El agua corre saltarina entre las quebradas, bajando desde los fríos ventisqueros.
Los hielos glaciares han modelado a lo largo de milenios un paisaje único de páramos solitarios y mágicas lagunas atrapadas en valles en forma de U. 


Si tomamos la ruta del páramo que sale de la ciudad de Mérida., después de unos 40 Km, llegamos al lugar más alto del camino. A mano derecha tendremos los picos más altos de la Cordillera de Santo Domingo, como el Mucumpiche a 4420 metros, el Mucuñuque a 4672 metros y el Mucui a 4010 metros. Estos picos  son fácilmente visibles desde el camino. Impresionante serranía de picos escarpados, donde la acción de las fallas geológicas, unida a la intervención de erosiva de los hielos glaciares han modelado a lo largo de milenios un paisaje único de páramos solitarios y mágicas lagunas atrapadas en valles en forma de U, de belleza impresionante como la Laguna Negra,, la Laguna La Grande, Laguna de Mucubají, donde nace el río Santo Domingo, Laguna de Los Patos, Laguna Victoria, y otras más de gran atractivo para el visitante. Para poder admirarlas debemos bajarnos del vehículo y adentrarnos a pie en la montaña. Son excelentes caminatas en donde respiramos el aire puro de la sierra, rodeados de una vegetación única en el mundo, con especies vegetales que logran adaptarse a estas alturas.


Paisajes de lagunas.


El Frailejón (Espeletia), esa planta de flores amarillas sostenidas por tallos blancos y largos como el algodón, es la reina del páramo en la altura de más de 3000 m. Ellas cubren los lomos de los cerros y las orillas de las lagunas formando una especie de alfombra por donde resbala la luz del sol mañanero. Entre estas plantas hay otras que también florecen de blanco, morado, rojo y naranja compitiendo todas entre sí, y creando una sinfonía de colores que alegra la visión.


Laguna de Mucubaji. Francisco Rivero. 2014



 Al llegar al punto más alto del camino, a 3604 metros, es recomendable detenerse y refugiarse del frío en uno de los varios cafetines que existen en la zona, donde se puede conseguir chocolate caliente y comida, para reponer las energías. Este lugar se llama el páramo de Mucubají, y desde aquí se inicia el descenso hacia los llanos.






Laguna. Francisco Rivero, Acuarela. 2010.




 Los alrededores que son de gran atractivo, por las praderas cubiertas de vegetación menuda y las lagunas en medio de valles de origen glaciar. Podemos apreciar las especies autóctonas de la zona del páramo como el frailejón, el chispeador, el tabacote y el coloradito: un árbol pequeño de corteza rojiza que se da en éstas alturas.

 Si tomamos un desvío de la carretera a mano derecha, siguiendo un camino estrecho y asfaltado, como de un kilómetro de longitud, llegaremos hasta la Laguna de Mucubají. 


Laguna de Mucubaji. Francisco Rivero. 1999.


Es una laguna de origen tectónico, como casi todas las de la zona y está sembrada de truchas. Desde allí se puede emprender una excursión a pie o a caballo, que los hay en alquiler para los turistas, hasta la Laguna Negra. En una caminata de aproximadamente una hora y media se llega hasta la orilla de la laguna, que debe su nombre al color oscuro de las montañas que la circundan, el cual se refleja en sus aguas. Más arriba de esta laguna, como a tres horas de camino en un trayecto un poco más forzado, se encuentra la Laguna de Los Patos. Vea más pinturas al oleo en este mismo blog.  Más pinturas del páramo.


En los atardeceres el páramo cambia sus colores por los tonos rojizos y naranjas del sol poniente. Sobre la lejanía azul de los montes los arreboles de color violeta se alargan hasta el infinito.

Frailejones. Francsico Rivero. Oleo. 2015.




 Las hojas de los frailejones cual espadas de plata, proyectan sus sombras misteriosas sobre la tierra calcinada por el sol. En la soledad del páramo apenas destaca una pequeña vivienda o la línea blanca de una carretera. Es una escena nostálgica de una belleza inefable.

Atardecer en el Páramo. Francisco Rivero. 2014.

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