jueves, 21 de enero de 2021

La Paradura del Niño.

 La Paradura en el Estado Mérida, Venezuela.

Estamos a comienzos de año en un día luminoso del mes de Enero. Hoy   asistimos a casa de unos viejos amigos, quienes celebran hoy la paradura del niño. Una vez traspasado el umbral de la vivienda, se percibe la actividad propia de los preparativos del ritual en el hogar doméstico donde ya vemos a los invitados que van llegando y se sientan en sillas de suela o bancas de madera alrededor del pesebre.Un olor a hallaca que viene de la cocina, entretejido con los efluvios perfumados del encinillo, díctamo y demás hierbas del pesebre se cuela entre las puertas y postigos de las ventanas. 

La gente se ubica de acuerdo a su jerarquía y grado de filiación con la familia hasta llenar la pequeña sala: los mayores del círculo familiar en los puestos de adelante, muy próximos al pesebre, y la gente joven o parientes más alejados hacia la parte de atrás e inclusive fuera del recinto en los corredores, el saguán y el patio central donde se van formando grupos de conversación muy animada.

 


La Paradura del niño. Francisco Rivero. Oleo
La Paradura. Francisco Rivero. 1995.


La Paradura se celebra cualquier día, entre el primero de enero y el 2 de febrero. Pinte un gran cuadro de 80  x 100  cm. con este tema. Creo que lo tiene mi sobrino Leonardo Rivero allá en Madrid.

Nos sentamos en el corredor de la casa a conversar con Juan, el dueño de la casa, quien hace poco nos ha presentado a sus padres, un par de ancianos cercanos a los 80 años, de pelo blanco y rostro rubicundo curtido por el sol, quienes viven en una pequeña finca cerca de Mérida. Afuera en la calle ya comienzan a lanzar cohetes para anunciar a todo el mundo con orgullo, que hay una paradura en casa.

 

La Paradura  del niño en un ambiente de muy sano festejo


 La gente grande charla amigablemente y se ríe de cualquier cosa mientras los chiquillos corren de un lado a otro haciendo de sus tremenduras. Los músicos ya han llegado y son atendidos con mucha deferencia por los dueños de casa, sentándolos enfrente del pesebre en sillas previamente reservadas para ellos. Poco a poco van afinando los instrumentos que han traído para esta ocasión: violines, guitarras, tiples, cuatros y maracas.

 

Ahora comienzan a tocar música algo ligera y alegre como valses, joropos, paseos y merengues para animar el ambiente.

Juan y su esposa Isabel se van moviendo entre los invitados ofreciendo un blanco ponche andino en vasos pequeños, que la gente agradece con placer

- Este ponche le ha quedado muy sabroso- le digo a Isabel, mientras termino mi vaso con fruición no disimulada.

- Es ponche casero- nos comenta, lo hicimos acá en la casa con ron, leche condensada, flan y una pizca de canela.

 Traigan el bizcochuelo.

Mientras tanto en la cocina, las hijas de Juan y algunas primas trabajan como abejas en una colmena, preparando los platos y bebidas que se habrán de repartir. Ya el bizcochuelo ha salido del horno y los están cortando en tiras alargadas. Otras jóvenes voluntarias se encargan de ir calentando las hallacas en enormes ollas de barro. Isabel saca del escaparate de su cuarto una caja conteniendo las velas. Un hermano de Juan entra y sale de la cocina a cada rato, llevando cerveza fría de la nevera para repartir a sus amigos quienes se encuentran en la calle. La alegre algarabía del parloteo de las comadres, los gritos de los niños, y el ruido estruendoso de la pólvora crispan el ambiente de la casa.

 

De repente Isabel se acerca al pesebre, con las velas y le ordena a su esposo

- A ver Juan, dígale a la gente que se vaya acercando pues vamos a comenzar con la paradura del  niño.

- Vengan los cuatro padrinos para darles sus velas especiales- nos dice

 

Me acerco al pesebre junto con mi esposa, pues hemos tenido el honor de haber sido nombrados padrinos de la paradura, junto con otra joven pareja, familiares de Juan. Ser padrino significa honrar al niño, ejecutando el ritual con todos los pasos. Nunca son padrinos los dueños de casa, a menos que sea una paradura muy reducida en la estricta intimidad familiar.

 

Violinista, Francisco Rivero. 1992.
Violinista,. Francisco Rivero. 1992.

Los padrinos de la paradura, que siempre deben ser cuatro, recibimos velas especiales de un color llamativo, en este caso rojas, y al resto de los invitados se les entregan velas blancas o amarillas algo más pequeñas. La gente se pone toda de pie, y se hacen la señal de la cruz, mientras se van encendiendo las velas poco a poco. Y ahora comienza a escucharse el canto de los músicos quienes describen el proceso de la paradura en versos hexasílabos muy sencillos y llenos de gran devoción cristiana.

Los cantos de la paradura.

Dos hombres cantan a dúo en voz alta con tonos muy agudos los versos, mientras la música los acompaña. La imagen del niño la levantamos del pesebre y la colocamos en un pañuelo grande de seda, y ahora lo levantamos con cada una de sus puntas sostenida por uno de los padrinos. Luego lo paseamos en procesión, por todos los ámbitos de la vivienda y posteriormente por la calle, con los músicos encabezando el grupo, más atrás los padrinos y luego los invitados con las velas encendidas.

Pequeña paradura. Francisco Rivero. 1992.
Pequeña paradura. Francisco Rivero.


 

Mientras se lleva a cabo el paseo se oyen las descargas de mortero y los fuegos artificiales en el patio de la casa y la música de los violines en arpegios de gran emoción. Una vez concluido el paseo, la imagen del niño se vuelve a colocar, esta vez de pie, en el pesebre. Se apagan las velas, se hacen las peticiones por parte de los señores de la casa y luego cada uno de los asistentes besa la imagen del niño.


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