martes, 9 de febrero de 2021

Pinturas al oleo de Ejido.




Pinturas de Ejido.

La pintura al oleo de Ejido, el pueblo más cercano a Mérida, ofrece algunas vistas interesantes. Ejido posee un clima muy especial marcado, por temperaturas cálidas especialmente en las horas de la tarde cuando el sol recalienta sus calles. 
Ya comienza en verano en Venezuela en este mes de febrero. y la naturaleza cambia sus colores en respuesta a la sequía y el sol abrasador. El amarillo es el rey de los colores en esta época del año. Amarillo ámbar, cadmio, cromo y el indio de los pomos de colores se apoderan de mis lienzos y lanzan sus rayos dorados. 

Es una luz intoxicante del atardecer que hiere la pupila y derrite las formas, la que me interesa. La luz crepitante  entre el seco follaje como una llama de matices bermejos y naranjas, se impone en cada pincelada. 
El cuadro de la izquierda es una perspectiva de la calle principal del pueblo, que conduce  a la plaza bajando hacia el oeste. La segunda vista la tomé desde una esquina de la plaza. Ambos son oleo sobre lienzo de  40 x 50 cm.


La Paza. Ejido. Francisco Rivero. Oleo. 2009.

A continuación cito algunos pasajes de mi libro Visitando Mérida. 

Ejido ha sido llamada con justicia por Tulio Febres Cordero “La ciudad de la miel y de las flores”. Este título tan dulce, se debe a sus tradicionales panelas con las que se preparan los dulces caseros de higo, leche y guayaba, así como la rica miel y las flores provenientes de sus campos. Desde la época colonial, en Ejido se procesa la caña en los trapiches, para producir las panelas que sirven para endulzar los platos de la cocina típica del Estado Mérida. 

La ciudad de la caña y de la miel.

Hacia el sur oeste de la Ciudad de Mérida, siguiendo la carretera Transandina, después de recorrer unos doce Kilómetros, nos encontramos con Ejido, la pequeña ciudad, situada a 1170 metros sobre el nivel del mar. El poblado se extiende  sobre una meseta de suave pendiente, de origen aluvial, en la margen derecha del río Chama. Posee una temperatura media de unos 21 C. Ejido tiene una población cercana a los 100 mil habitantes.

La población tiene por límites la quebrada Montalbán por el lado este, la quebrada La Portuguesa, por el lado oeste, el río Chama hacia el sur y hacia el norte colinda con las aldeas de El Manzano y El Salado. En sus alrededores abundan los cultivos de caña de azúcar, que se prolongan desde las fértiles vegas del Chama, hasta la parte montañosa, hacia el norte donde arranca la Sierra de la Culata, en aquellos lugares abundan las pequeñas fincas de  la caña, el plátano, las guayabas, los cafetos y otros cultivos trepan por las laderas, hasta alcanzar las aldeas de El Manzano y El Salado.

La ciudad está dividida en tres parroquias: Parroquia Matriz, hacia el oeste, Parroquia Montalbán hacia el este y la Parroquia Fernández Peña, hacia el sur de la ciudad. Hasta hace pocos años, la carretera Transandina atravesaba el poblado por la Plaza Bolívar. Hoy se tiene una vía alterna por la parte baja, llamada Avenida Centenario, la cual divide a la ciudad en dos sectores. 

Hacia la parte de arriba de dicha Avenida se ubica el casco central del viejo Ejido, el cual consiste de dos calles paralelas bastante largas, llamadas Fernández Peña y Bolívar, atravesadas por unas catorce transversales cortas. 


Calle principal de Ejido. Francisco Rivero. Oleo. 2009.




La Avenida Fernández Peña que corre en sentido este-oeste, nos conduce hasta la Plaza Bolívar en el casco central.
En los alrededores de la Plaza Bolívar se percibe un ambiente de pueblo andino por la presencia del mercado municipal y las tiendas que ofrecen todo tipo de mercadería, como cestas de fibra vegetal, relucientes machetes, ollas de barro, cobijas de lana, sacos de maíz, ramilletes de flores, etc. 

Acercándonos a la Plaza.

Muchos campesinos bajan de las aldeas vecinas a vender sus productos al mercado y a comprar los artículos manufacturados que no se consiguen en el campo. Sentado en un banco de la plaza, bajo la sombra de los chaguaramos, me detengo a conversar un rato con una señora que ha venido desde El Morro a visitar un familiar que se encuentra enfermo. Mientras ella espera el jeep que la llevará de vuelta, me habla acerca de las propiedades curativas de algunas yerbas como el diente de león y el poleo. 

La medicina tradicional basada en el poder curativo de las plantas, es un legado milenario de los indígenas, que se ha mantenido vivo de generación en generación por los habitantes de estas regiones. Los vehículos que se dirigen hacia las aldeas de Ejido se estacionan alrededor de la plaza y el mercado. Estos viejos jeeps, se reconocen por la gran cantidad de equipajes que llevan sobre el techo, como por ejemplo, bultos de papas, pacas de panela, racimos de cambures y otras cosas; además, sus vidrios están llenos de polvo y sus cauchos cubiertos por el barro de los accidentados caminos que deben transitar. Un pasajero de mejillas quemadas por el sol, toma un trago de miche de una botellita que guarda con mucho cuidado en el bolsillo interno de su chaqueta.

La Iglesia Matriz.


Enfrente de la plaza, vemos la bella Iglesia Matriz de Ejido, dedicada a San Buenaventura. De aspecto neoclásico, fue terminada de construir en 1907. Posee una fachada rectangular, dividida en dos cuerpos verticales, con pilastras de fuste estriado, que sostienen un friso con triglifos y metopas. En la parte de arriba, se tiene un pequeño frontón, semejante a un altar, con un arco acompañado de dos pequeñas pilastras a cada lado en forma simétrica, rematadas en el tope por una cornisa curvilínea, sobre la que se apoya una estatua de San Buenaventura. Tres puertas grandes de madera debajo de arcos con vanos permiten el acceso a cada una de las naves. 

Iglesia de Ejido. Frasncisco Rivero. 2000.


A ambos lados un par de torres simétricas octogonales, rematadas en cúpula, complementan el conjunto. La torre del naciente tiene cuatro relojes y la del poniente un campanario. El techo es a dos aguas y una gran cúpula sobre el ábside, le dan mucha fuerza y peso a la estructura. Por cierto que tanto las pequeñas cúpulas de las torres, como la del ábside, están revestidas de cobre recientemente, y resaltan bastante desde lejos.

Como la mayoría de iglesias de los pueblos andinos, la de Ejido ha sido erigida sobre un podio, de dos metros de altura en la parte delantera y que casi desaparece hacia el
ábside, para compensar el desnivel del terreno. 

Unas escalinatas a cada lado permiten subir a un pequeño atrio o galería en la parte delantera, bordeado por barandas de balaustre.
El interior de la iglesia es bastante suntuoso. La nave principal de gran tamaño está sostenida por gruesas columnas de fuste liso pintadas de color negro imitando el mármol, las cuales sostienen el techo mediante unas arcadas. En las paredes laterales se aprecian unos vitrales hermosos de motivos geométricos y florales. En la parte inferior de cada vitral se observan los nombres de las familias que, en algún momento, los donaron. 

Caminando hacia el altar, se abren un par de capillas, laterales dedicadas a algunos santos. El altar mayor contiene un retablo hecho de mármol blanco, con tres nichos que contienen las imágenes de San José y la Virgen Inmaculada hacia los lados, y San Buenaventura en el centro. También en la pared del ábside observamos un fresco que representa la sagrada familia. Sobre la puerta principal, sobre un vano, está situado el coro y una escalinata en espiral que da acceso al mismo. 

El piso de mosaicos blancos y negros, así como las decoraciones de las columnas, arcos y techos, imitando el mármol, le dan gran vistosidad y magnificencia a esta hermosa iglesia.
La Plaza Bolívar está circundada por algunas casas coloniales de dos pisos, el edificio de la alcaldía, la Policía, la Clínica y el portón de acceso al mercado. 


Continuamos nuestro recorrido en sentido contrario, siguiendo la Avenida Bolívar, y nos encontramos con una pequeña plaza dedicada a Justo Briceño, bajo la sombra protectora de dos enormes robles y un samán. Un jardín de rojos capachos le da colorido al contorno. Enfrente vemos una casa muy antigua con un portón azul. Es el Museo Histórico Religioso de Ejido que contiene la colección de objetos de Don Paco Ortega. La casa está en muy mal estado, pero recientemente se iniciaron los trabajos para el rescate de esta edificación.

Calles multicolores. 


El pueblo es de genio alegre y bullicioso- de casas multicolores y fachadas de todos los estilos y tamaños, abarrotadas de tiendas y pequeños talleres  reparación. Usando una técnica cubista hice este cuadro al oleo de 40 x 50 cm.
Para ver otros cuadros de ejido, Calles de Ejido.  

Calle de Ejido. Francisco Rivero. Oleo. 2009.


 

Pintura al oleo cubista de Ejido, Mérida, 

Inspirada en un ambiente algo caótico de  Ejido. con sus  un barriadas que crecen de forma algo anárquica, sus fachadas multicolores forman imágenes de caleidoscopio bastante poéticas. Hay gran cantidad de comercios con avisos que saturan la mirada. La  población que supera los cien mil habitantes ha sabido sobrevivir en esta crisis con bastante ingenio. Mucha gente hace  vida componiendo lo que se daña. 

Se arreglan planchas, se estiran zapatos, se reparan calentadores, se compra oro, se hacen camisas, se alquilan lavadoras chaca-chaca,  se venden hallacas por encargo, se dan clases de Matemáticas, se reparan colchones, se hacen contratos, se limpian  inyectores de Chevrolet, se muele maíz, se hacen canales, se hecha la buena suerte,…etc. Rótulos y más rótulos guindan de los portales. La gente se rebusca por todos lados.


Francisco Rivero. Ejido. 2017



El paisaje de ejido es del color del realismo mágico: en nítidos perfiles de rojo y amarillo se van pintando como en un cuadro al oleo, las   casas y edificios que se amontonan  formando pequeños barrios arrinconados entre el Chama y la montaña. 
Este cuadro que pinte hace unos días es una síntesis de todo esto. Parece una cobija de la abuela hecha de parches de tela. O como dirían los norteamericanos un “Country Quilt”. Es un cuadro muy  energético y   a la vez sofocante, en el mejor “estilo tortilla” que he estado usando últimamente.  Esta hecho en acrílico sobre un lienzo de 50 x 60 cm.
Calle Industrias. Ejido. Francisco Rivero. Oleo. 2009.



Algunas casa viejas de noble aspecto con altos ventanales de balaustre rematados en cornisas de tejas, se trasforman en carnicerías, farmacias  y abastos, de manera irreverente con el pasado, mediante un hueco rectangular entre sus blancos muros de tapia. Un hueco    rematado con  una tosca puerta de herrería. 

Bajando hacia Los Guaimaros.


La ciudad crece proolongándose  hasta los cerros desforestados  del Moral,  los cujíes amarillentos de Los Guáimaros, el cerro de Pan de Azúcar, los cañamelares de El Salado y sigue hacia La Mesa por una carretera que serpentea lomos de cerros.  En la periferia, Calles de asfalto negro  se entretejen  entre los rojos  bucares y los ceibos  formando intrincados laberintos por donde nos perdemos los que somos de afuera. La mirada se pierde entre tantas líneas y colores.

El trapiche. Francisco Rivero. Oleo. 1999.



Este cuadro que pinte hace unos días es una síntesis de todo esto. Parece una cobija de la abuela hecha de parches de tela. O como dirían los norteamericanos un “Country Quilt”. Es un cuadro muy  energético y   a la vez sofocante, en el mejor “estilo tortilla” que he estado usando últimamente.  Esta hecho en acrílico sobre un lienzo de 50x60 cm.

lunes, 1 de febrero de 2021

El Cubismo en el paisaje.



Hay cubismo en ese paisaje.


El cubismo en el paisaje  plantea una nueva de mirar en el arte de la pintura, simplificando las formas a su expresión mínima. Es  casi una teoría matemática que reduce todas las superficies a tres tipos básicos: el cubo, el cilindro y la esfera. El pintor crea su propia realidad sobre el lienzo, apenas se reconocen algunos elementos básicos del paisaje como las montañas, las carreteras,  las casas, los árboles, los campos,….etc. Lo demás es un simple juego de colores y valores que se distribuyen de acuerdo a unas reglas para crear la sensación de tridimensionalidad. 

Campo Claro. Francisco Rivero.
Francisco Rivero. Campo Claro. 2016.

Para Cézanne la luz pura era de color naranja y a medida que nos alejamos de los objetos se van volviendo  rojos, violetas hasta el azul que es el color más lejano. Otra posibilidad es pasar del anaranjado al amarillo verde y azul.

Estoy pintando dos paisajes de la parte sur de la ciudad de Mérida. Una zona llamada Zumba.Son paisajes urbanos en donde abundan los elementos cubistas. Los iré terminando poco a poco. Estoy seguro que al final quedaran más grises y los colores perderán su fuerza. Me gustaría dejarlos tal como están, como algo inacabado, pero muy fresco y espontáneo. Es una decisión difícil.

Pan de Azúcar. Francisco Rivero.
Francisco Rivero. Pan de Azúcar. 2016.

El primero es una vista de campo Claro desde la meseta de Zumba. El cubismo en el paisaje se puede observar claramente. Formas bien marcadas con bordes y aristas muy duras. El segundo es la vista del barrio Pan de Azúcar desde la misma posición. Ambos son pinturas al óleo de 50 x60 cm.
Otros cuadros cubistas  de mi   autoría, se pueden ver en este mismo blog. 


Las calles de Ejido.

Sigo pintando por esas calles de Ejido. Esta vez menos naturalista y más estilizado. Tomando ideas de los grandes maestros. Las casas pequeñas de todas formas, colores y tamaños, apiladas unas al lado de las otras de manera algo desordenada forman un paisaje cubista. Solo falta analizarlo bien, hacer una composición y manos  a la obra.
Calles de Ejido. Francisco Rivero.
Francisco Rivero. Colores del barrio. 2013.



Fue el genio de Paul Cézanne (1839- 1906) el primer pintor en darse cuenta de las formas geométricas que subyacen en el paisaje.  Con él se inicia el camino hacia el arte moderno, liberando a la pintura de su carácter de objeto narrativo, para convertirse en juego bidimensional con sus propias reglas impuestas por el pintor. 

Hay que buscar siempre la geometría del paisaje y expresarla, como lo hacen los matemáticos,  en proposiciones euclideanas de triángulos, líneas, polígonos, círculos  y puntos de corte. Un arte sustentado en planteamientos rigurosos siempre tendrá una composición, un equilibrio y un dibujo bastante sólido, capaz de expresar su verdad ante los ojos de los demás. Esto en cuanto a la forma como expresión de la racionalidad.


Francisco Rivero. Barrio Monocromático. 2013.

En relación al color, caemos en el plano de las sensaciones, la psicología, y  la emoción, que son los aspectos irracionales del arte. El color atrae y cautiva al inconsciente.  Pintores como Vincent vanGogh, Gaugin, Derain. Matisse y Delauny fueron los grandes maestros de la explosión del color. El amarillo expresa alegría, calor, proximidad, deseos de comer…. Pero todo esto cansa después de un tiempo si no se equilibra con algunos tonos más fríos como los azules y violetas. 

Francisco Rivero. Calle Principal. 2013.

Forma y color son los dos polos opuestos del arte, como el yin y el yang,  o la luz y las tinieblas en el momento de la creación. Es la dialéctica del arte, la fuerza que mueve todos los elementos del cuadro.

El Trolebús.

En el año 2007 se inauguró este sistema de transporte para la ciudad andina con una primera línea entre Pie del Llano y Ejido.  Desde  entonces vemos sus rojos vagones circular todos los días por las calles empinadas llevando los pasajeros hacia sus centros de trabajo y estudio, sin costo alguno para los usuarios y con comodidad.

El Trolebus. Francisco Rivero.
Francisco Rivero. El Trolebús de Mérida. 2017.


Como dijo mi amigo Roberto Ameneiro, uno   los arquitectos que trabajaron en este proyecto
“Mérida es la ciudad más pequeña de América Latina en contar un sistema de Trolebús, lo cual debe ser orgullo para todos ustedes”.
El trolebús  cambio el paisaje urbano de la parte baja de la ciudad. Lo vemos  pasando por debajo de un viaducto, que conecta el Complejo Deportivo Cinco Águilas Blancas, con el sector de Campo Claro. Este Complejo deportivo, cuenta con un moderno estadio de futbol- El Estadio Olímpico Metropolitano-  con  capacidad para 42.000 espectadores. El mismo se inauguró en el año 2005 para unos Juegos Nacionales.

Pinte este cuadro al óleo, el año pasado y le di unos retoques hace poco. Es una vista desde la meseta de Zumba, al borde  de unas canchas de tenis  donde hay unos enormes matapalos. Al fondo aparece el barrio Pan de Azúcar. Es un cuadro bastante claro y luminoso, El motivo principal no es el espacio plasmado, sino la hora: son las diez de la mañana, lo cual se evidencia por las sombras azuladas y el brillo esplendente de las cosas.

viernes, 29 de enero de 2021

El cuatro venezolano y la mandolina.

 

Cuatro venezolano. 

Un cuatro venezolano puede ser un buen motivo para un bodegón. Tengo un cuatro en mi casa desde hace mucho tiempo. He aprendido a tocar algunas canciones típicas en ritmo de pasaje, como por ejemplo Rosario y tarde Gris.   

El vals venezolano se cultivó en los andes desde finales del siglo XIX,  como música de salón. Con su ritmo de 3/4  y acompañamiento de cuerda , difiere un poco del vals vienes por la sincopa criolla.  Es una música muy romántica que canta al amor, el paisaje y las tradiciones. Muchas ciudades y pueblos andinos han sido objeto de inspiración para un vals. 

Algunas veces tomó mi cuatro y empiezo a  tocar  algunos valses andinos como Preciosa  merideña, Brisas del Torbes  y el famoso Conticinio. Es una forma de entretenerse uno en esta Pandemia, sin salir de la casa. 

 


Cuatro venezolano. Francisco Rivero.
El Cuatro venezolano. Francisco Rivero. 2021



El cuatro venezolano, también denominado cuatro o simplemente cuatro, es un instrumento de cuerda pulsada que posee cuatro órdenes afinadas a razón de: la3, re4, fa#4 y si3. Su peculiar afinación —no totalmente ascendente— es un elemento muy distintivo de otros instrumentos de cuerda. Pertenece a la familia de las antiguas guitarras y guitarrillas españolas, es de tamaño reducido y debe su nombre al número de cuerdas que posee. No debe confundirse con el actual cuatro puertorriqueño de cinco órdenes y diez cuerdas metálicas.


Se puede buscar más información en la Wikipedia. El cuatro.



Cuatro y mandolina.

El cuatro y la mandolina representan el alma musical de nuestra tierra y por lo tanto lo he incluido en algunos de mis bodegones. Ambos instrumentos se prestan muy bien para hacer arreglos de cuadros. Su forma redondeada contrasta con las líneas rectas de las mesas, libros y ventanas del entorno. 

Hice un par de pinturas al pastel sobre cartulina. El de arriba es el cuatro . Abajo tenemos una composición con una mandolina, un libro, un florero y un limón.


La Mandolina. Francisco Rivero. 20121

El bodegón criollo.

Quise hacer un bodegón muy criollo. Estudie primero varios tipos de composiciones haciendo dibujos preparatorios. Finalmente me decidí por una  con elementos típicos venezolanos como son el cuatro, la arquitectura de nuestras casas, el paisaje de los pueblos, las frutas y una botella de ron "Pecho cuadrao". Todo ello relacionado en un entramado de líneas y formas que se acoplan muy bien. El cuadro tiene movimiento. La mirada comienza a fijarse en el extremo izquierdo inferior y luego va subiendo en una diagonal hasta llegar al extremo derecho superior. 


Para ello use una armonía cromática bastante simple basada en colores primarios: Amarillo, azul y rojo, que por cierto, son los colores de nuestra bandera. ES un juego de colores bastante vibrante. 

Es un cuadro de formato 50x60 pintado  la acrílica. 

Bodegón criollo. Francisco Rivero.