La pintura al pastel de un atardecer.
Cuando la tarde está a punto de caer, los últimos rayos del sol iluminan algunos objetos de manera espectacular. Son rayos de luz dorada que van incendiando las formas un poco antes de desaparecer en la penumbra.
Este contraste entre las zonas iluminadas con ricos colores y las sombras frías, abre ante nuestros ojos un mundo de posibilidades artísticas. Las imágenes a nuestro alrededor se transforman de manera extraña.
El sol juega con los rayos de colores y se complace en crear un espectáculo deslumbrante.
Lo espiritual entonces se hace presente. A esa hora del crepúsculo surgen sensaciones de felicidad, hermandad con todos los hombres y mujeres de la tierra, así como también un fuerte sentimiento de armonía con la naturaleza.
Es el momento justo cuando, sin darnos cuenta, nosotros oramos y alabamos a Dios por habernos brindado la posibilidad de vivir otro día.
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Mucuchíes. Por esas calles tranquilas. 1996.
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La montaña se viste con un manto dorado, aderezado con joyas de todos los tipos: diamantes, amatistas, jade, rubíes y esmeraldas.
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Atardecer sobre el río Chama. 1993.
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La cúpula de una iglesia es como un faro que brilla sobre el horizonte.
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Cúpula 1. 1996. |
Desde distintos angulos cambia la iluminación radicalmente.
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Iglesia en Lobatera. 1996. |
Una iglesia al final de la callecita que desciende, se ilumina de repente, con mil colores inesperados. Es una sorpresa para la vista.
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Calle de Tovar. 1996. |
Maravillosa sensibilidad del pinto para captar la magia de ese lugar. Gracias.
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