jueves, 23 de diciembre de 2010

Paisajes de los pueblos del sur.

Paisajes de los pueblos del sur de Mérida. 


Los paisajes de los  pueblos del sur del estado Mérida son muy atractivos. Estos lugares se esconden entre un macizo montañoso a más de 2000 metros de altura en la parte sur oeste de la Cordillera. Son comunidades agrícolas cuyos habitantes mantienen las costumbres ancestrales heredadas de los  colonia y las primeras comunidades indígenas.
Es una región muy pintoresca, donde surgen vistas listas para ser pintadas, a la vuelta de cada esquina. Sus pequeñas iglesias, plazas y caseríos  encierran todo el encanto del trato afable y humano de sus pobladores.

Canaguá se encuentra en el centro de la región sur merideña. Es el pueblo más grande y la capital de un municipio. Sus casas conservan el encanto de las viejas construcciones.

Canaguá, es una población muy bonita, situada en el corazón de la región sur merideña, en plena cordillera sur occidental. Esta asentada en un valle intramontano, a 1495 metros de altura, rodeada de paisajes cautivadores: verdes montañas, ríos espumosos y quebradas cantarinas. Se encuentra a 140 Km. de Mérida, sobre la Troncal que enlaza los pueblos del Sur. Posee un clima fresco de montaña, con una temperatura promedio de 18.5 °. Tanto por su población, como por su producción agropecuaria, Canaguá es el más importante de los pueblos del sur. En esta región se han asentado pequeñas comunidades y aldeas de campesinos y labriegos muy trabajadores. En los fértiles valles se cultiva café, cambures, la yuca, el maíz y la caña de azúcar. La sencillez de sus casas y las
costumbres ancestrales de la vida rural del sur merideño tan arraigadas, nos transportan al pasado. Canaguá es un lugar ideal para vivir alejado del bullicioso mundo moderno.
Se puede llegar por dos vías: una que viene desde Tovar, pasando por Guaraque y Mesa Quintero y la otra que parte de Estanquez, pasa por Betania y El Molino y se una a la anterior en la Y. Siguiendo cualquiera de estas rutas nos encontraremos con paisajes impresionantes de infinitas montañas, fríos páramos y valles profundos. Al viajar a Canaguá en el mes de Agosto, la montaña nos deleita con todos los tonos de verde en una sinfonía de los más variados e insospechados matices, en los lomos de los cerros. Aquí el hombre ha talado las estribaciones de la montaña para crear potreros, conucos y sementeras, pero respetando siempre los cauces de las quebradas, donde podemos ver el bosque muy espeso. En algunos de estos potreros cubiertos de quicuyo, un pasto muy fino y de color verde intenso que cubre todo el terreno como una alfombra aterciopelada, pacen los negros toros de la ganadería La Cruz de Hierro, que resaltan como lunares. Algunos letreros a la orilla del camino, ponen en alerta a los curiosos, sobre el peligro que ofrecen estos animales. Son bravos toros que serán lidiados en las corridas de las ferias delante de miles de espectadores, en un ritual de sangre y arena, y que nada tiene que ver con la apacible escena que tenemos ante nuestros ojos.
Detenemos el vehículo y bajamos para contemplar los hermosos ejemplares de casta que se pasean indiferentes con sus negras cornamentas en medio de este paisaje tan silencioso y bucólico. Respiramos el aire puro de la montaña que nos repone del cansancio producido por el largo viaje.
Dejamos la ganadería y continuamos el ascenso hasta llegar a un páramo que divide las aguas del valle del río El Molino y el valle del Canaguá. El descenso es de curvas zigzagueantes que nos conducen poco a poco hasta las estribaciones de la cordillera donde se asienta el pueblo. Seguimos muy de cerca el cauce de la quebrada El Rincón hasta llegar a Canaguá, situado en la cabecera de un valle amplio regado por las quebradas El Ricón, El Salado y el río Canaguá.
Las calles del pueblo son muy limpias, están bien trazadas y son suficientemente anchas. A la entrada nos recibe su iglesia de líneas sencillas: fachada lisa con tres arcos de medio punto y rematada por un frontis rectangular. Una torre cuadrada en el centro por pilastras paralelas que terminan en una pequeña cúpula. La nave central esta rematada por una cúpula octogonal en el ábside, que nos hace recordar la cúpula de la Catedral de Florencia. La iglesia pintada de rojo terracota, contrasta con el verdor del contorno. En su interior bastante austero, destacan los vitrales en los muros laterales con imágenes de los santos patronos de cada una de las parroquias del municipio.

Canaguá. 1997.


El Morro.


Tenemos aquí  dos versiones de pinturas basadas en un mismo tema. Son dos lenguajes pictóricos que expresan sentimientos diferentes. Se trata del pueblito de El Morro, situado cerca de la base del Pico Bolívar.
La versión de abajo es una pintura tradicional. En ella yo empleo colores sobrios. Esto  le da una apariencia bastante natural al  paisaje.

El Morro. 2010.
En esta segunda versión del mismo tema nos encontramos frente a  un planteamiento más creativo y audaz. Los colores son más vivos y la pintura es plana. Casi no hay sombras. Es ciertamente,  una pintura más moderna y decorativa.

indo pueblito del Estado Mérida, enclavado entre montañas color parduzco y de poca vegetación, por estar altamente erosionadas, secas y agrietadas. Estas laderas yermas y silenciosas que cobijaron en el pasado la estirpe orgullosa de los mirripuyes y mucubaches, se elevan hoy como testigos mudos y eternos, de una civilización extinta, anunciando una queja de varios siglos, de luchas y reclamos por la posesión de sus tierras de resguardos, ante la injusticia de los encomenderos. La naturaleza recia y monumental que empequeñece al hombre, le da un realce a su arquitectura sencilla de estampa colonial. L
El Morro se asienta a 1.745 metros sobre el nivel del mar cabalgando en el lomo de un cerro en la vertiente derecha del río Nuestra Señora. Sus cielos siempre azules se encuentran despejados durante casi todo el año, debido a lo escaso de las precipitaciones del lugar, con apenas 500 mm. anuales. Es uno de los pueblos más secos del estado. Situado a 40 kilómetros al sur de la ciudad de Mérida, se comunica con ésta por medio de una carretera asfaltada. El trayecto se realiza en aproximadamente una hora y media.

El Morro. Francisco Rivero.
El Morro. Francisco Rivero.


La carretera se inicia a los pies de la meseta de Mérida en la ribera izquierda del río Chama. El acceso a la misma es un proceso algo complicado, para los forasteros, debido a lo intrincado del lugar y la ausencia absoluta de señalizaciones. Después de pasar sobre el puente del Chama, en la Urbanización Carabobo, se debe continuar ascendiendo como yendo hacia San Jacinto y tomando la vía de la izquierda en todas las bifurcaciones. Al llegar a una casa construida al lado de una enorme piedra, doscientos metros más delante de una cruz redentorista, se toma la vía de la derecha. Inmediatamente aparece un puente, muy ancho sobre una quebrada: en este lugar se inicia la carretera, la cual corre hacia el sur en travesía, siguiendo el cauce del Chama en el inicio, para luego separarse de éste e iniciar el ascenso en zig-zag.
Al final de la subida llegamos a la loma de San Rafael donde se encuentra una antena bastante alta. Desde allí se continúa en travesía, internándonos en el bosque húmedo de Yagrumos de hojas plateadas, para llegar al filo de un cerro que divide las aguas del Chama de las del río Nuestra Señora. Un lugar bonito, que sirve de paradero, donde hay una pequeña bodega y un caserío llamado El Plan, situado a 30 Kilómetros de Mérida, desde donde se columbra una vista maravillosa y amplia de Mérida. Se observan enfrente de nosotros la ciudad de Ejido y la Parroquia, así como también el valle de la quebrada La Pedregosa, el valle del Mucujún y más allá al fondo, los Páramos de Mucuchíes. En los días claros también se divisan las cúpulas del observatorio de astrofísica en Apartaderos.
Desde El Plan, donde nos paramos a comer pasteles, continuamos en descenso hacia el Morro. En el trayecto se observa el cañón profundo y erosionado del río Nuestra Señora que desemboca más debajo de Ejido. Dicho cañón, divide en dos partes la cordillera de Mérida.


San Francisco.


Son dos pueblos del sur merideño los que ahora ocupan mi atención. Recuerdos gratos de viajes por los rincones más perdidos de la geografía de nuestro estado.  San Francisco está  a unos quince minutos de Tovar, en la vía hacia Guaraque.
Francisco Rivero. San Francisco. 2013.

San Francisco es un pueblo frío situado al pie de la cordillera, en la cuenca del río Mocotíes.  El viento frío baja en las madrugadas desde las alturas del páramo de Los Carrero. A su lado pasa un río de montaña de blancas espumas,  jugando entre las rocas. Hace unos años el río creció mucho y arrasó con medio pueblo. Bajaron árboles enteros, enormes rocas, casas, lodo, pedazos de carretera y todo causó un gran caos.
San Francisco es un pueblo pacífico de agricultores. Su pequeña iglesia posee unas puertas enormes de muy buena madera. El atrio está cubierto de piedra negra. Es un tipo de roca muy común en el lugar que los lugareños recolectan en canteras de fácil acceso, la apilan en montones cónicos y  venden a la orilla del camino.


Santa María de Caparo.



Francisco Rivero. Santa María de Caparo. 2013.


Santa María de Caparo es el pueblo más alejado del estado.  Está entre el llano y la montaña. Su río, el  bravo e imponente Caparo de aguas profundas,  es uno de los más caudalosos  de los Andes y surte de agua a una represa. Para ir al lugar hay que viajar primero hasta Barinas y luego torcer el rumbo hacia el oeste, tomamos la vía de San Cristóbal. Al llegar a la población de Abejales en el estado Táchira, dejamos la vía principal y tomamos una troncal que en cuestión de media hora nos conduce hasta el pueblo. Es toda una larga travesía que puede llevar ocho o diez horas. La pequeña iglesia y la casa cural, están decorada con piedra del río Caparo.


Mucuchachí.


Mucuchachí es un pueblo más alejado, en la vertiente de la cordillera que se desliza hacia los llanos. Su aire caliente invita a bañarse en su caudaloso río que bordea al poblado. Hay una luz opalina que envuelve aquel ambiente, producto quizás del calentamiento de las capas bajas de la atmósfera.

Mucuchachí. Francisco Rivero  1997.



Capurí.

Capurí es un pueblo pequeñito, situado más abajo del Molino.


Capurí. 1997.
 San José de Acequias y sus alrededores son bastante secos. Allí llueve muy poco. Está sobre una ladera bsatnet empinada del cauce del río Nuestra Señora, que baja del pico Humboldt.

San José de Acequias. 1997.


Mesa de Quintero.


Mesa de Quintero es un pueblo de fundación reciente. Sus campos son bastante fèrtiles. En ellos se produce apio, cambures y hortalizas.


Mesa de Quintero. 1997.


Los Nevados.


Empiezo a pintar nuevamente al óleo. Trabajando el pequeño formato de 30x40 cm. Pinto por etapas. A veces doy una primera imprimación de color ocre o terroso. Al secarse completamente esta primera capa monocromática, empieza a aplicar el color…Me gusta captar el ambiente de los  pueblos andinos que se concentran alrededor de una pequeña iglesia.
Un par de pequeños pueblos andinos, escondidos entre la serranía. Hacia la vertiente sur y mirando hacia el llano, ven pasar la vida con calma al margen del tiempo. Son lugares de mucha magia y encanto por las bellezas naturales del paisaje y el estilo de vida sencillo de su gente.
Francisco Rivero. Los Nevados. 2013.

Para llegar a Los Nevados se puede uno bajar en la tercera estación del teleférico de Mérida y desde allí tomar un camino de mulas. El otro camino es una carretera asfaltada de grandes precipicios subidas, bajadas y curvas fuertes; apta solo para vehículos rústicos de doble tracción.
Francisco Rivero. Aricagua en procesión. 2013.

Aricagua.

Aricagua, llamado el pueblo de las orquídeas, y enclavado en la vertiente sur de la cordillera de Mérida, en medio de exuberantes paisajes, es uno de los pueblos más remotos del estado. De difícil acceso, por lo accidentado de la vía, que atraviesa en su largo recorrido un extenso municipio rodeado de valles con laderas bastante inclinadas, ríos caudalosos que forman gargantas profundas y montañas cubiertas de selva y bosques nublados, la región de Aricagua es una gran reserva natural de nuestro estado. Una región de las más importantes, por sus potencialidades para un futuro desarrollo turístico, debido la gran biodiversidad de su flora y fauna y la cantidad de recursos naturales con que cuenta. Es un municipio muy poco poblado donde se observan pequeñas aldeas y comunidades rurales dispersas en su amplia geografía. Para el sustento de su población, cuenta con abundancia de suelos fértiles, en donde se cultiva con bastante provecho el café, el maíz y la yuca y se cría ganado vacuno de carne y leche, siguiendo los métodos tradicionales.
Se pueden tomar dos vías para llegar a este pueblo. Ambas recomendadas para vehículos rústicos. La vía principal arranca desde el Morro, atraviesa el cañón del Río Nuestra Señora y se remonta al filo de la cordillera, para luego descender en dirección sur, siguiendo de cerca el cauce del río Aricagua, en un recorrido de unos 86 Kilómetros desde Mérida. La otra vía parte de Chichuy, Tierra Negra, un poco más arriba de Las González, atraviesa Mucutuy y cae un poco más abajo de Aricagua, en la localidad de Los Azules. Son en total unos 131 Kilómetros desde Mérida.
La primera vía es la más frecuentada por los jeeps que hacen el transporte desde Mérida. Actualmente se cuenta con unidades nuevas que hacen el recorrido en unas cuatro horas. La carretera presenta paisajes espectaculares, trayectos de cierto peligro y momentos de intensa emoción para los turistas desde el inicio a la salida del Morro. El descenso se hace casi en forma casi vertical, siguiendo una estrecha vía zigzagueante entre laderas de rocas desnudas que se desprenden a nuestro paso. Luego se atraviesa el río Nuestra Señora, al subir un centenar de metros atravesamos un trayecto llamado La Nariz, donde la carretera sigue el filo de la montaña en una posición bastante precaria. Desde allí observamos profundos precipicios a ambos lados de la vía. Al llegar a la parte más alta de esta etapa observamos el pueblo del Morro, la carretera hacia Los Nevados y la cara sur del Pico Bolívar. Continuamos ascendiendo por una carretera pavimentada con losas de cemento, atravesando un bosque nublado bastante denso y húmedo, donde la poca luz que logra penetrar a través de la copas de los árboles ilumina las bromelias y epífitas que cuelgan de las ramas y los bosques de bambúes. En el punto más alto, llamado El Portachuelo hay una capilla para detenerse y contemplar las bellezas de la zona. Aquí entramos en los límites municipales, dejando atrás la vertiente del Lago de Maracaibo y entrar en el valle del río Aricagua que drena sus aguas hacia la vertiente del Orinoco.
Después de pasar por un puente, la carretera corre por la margen derecha del río entre fincas de café, cambur y potreros.
Aricagua es un pueblo, capital de un municipio del mismo nombre, bastante alejado de la capital del estado. Posee bosques en sus alrededores en donde  se dan las orquídeas y bromelias  en la selva nublada. La procesión del Santo Cristo de Aricagua es un evento especial que se celebra con una gran  fiesta.

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